Cada vez es más habitual encontrarse huertos en jardines, terrazas, parques y cualquier lugar campestre o urbano, y quizá sea un buen momento para dar unas nociones sobre cómo es un huerto permacultural.
Recordemos que la permacultura es un sistema de diseño que se puede aplicar a múltiples objetivos: construcción, agricultura, educación…
Un huerto con la menor pérdida posible de energía
Vivimos en un planeta aislado, con una atmósfera controlada y donde la mayoría de procesos naturales siguen ciclos que se repiten una y otra vez.
Es cierto que recibimos un aporte de energía externa por parte del sol y que parte de nuestra energía (especialmente el calor) se escapa más allá de la atmósfera, pero el planeta se encuentra en un equilibrio de transformaciones energéticas que permite la vida.
La permacultura trata de imitar ese equilibrio entre transformaciones energéticas y ciclos naturales.
Si nos centramos en un huerto, un buen diseño permacultural buscará que la mayor parte de la energía se quede en el mismo y no desaparezca.
De esta forma la permacultura mima mucho diseñar el huerto teniendo en cuenta la protección contra el viento, la erosión, la evaporación, el calor excesivo…
Esta es una diferencia bastante notoria con un huerto tradicional, aunque sea ecológico.
En un huerto tradicional no se tiene en cuenta la ubicación de las plantaciones para proteger del viento, por ejemplo. Tampoco se suele buscar el que unas plantaciones den sombra a otras que lo necesitan.
La idea de reproducir lo que hace la naturaleza es potente, pues busca que la necesidad de trabajo por parte del ser humano se reduzca mucho y sea la propia naturaleza la que haga ese trabajo.
La naturaleza tiene la capacidad de proporcionar abundancia por sí sola.
Si acolchamos el suelo o dejamos que las hojas y podas lo cubran (proceso denominado mulching) estamos, por ejemplo, reduciendo mucho la necesidad de aportar agua, pues la humedad no se evapora.
Así mismo, la permacultura no solo busca un ecosistema con poca pérdida de energía, sino también reducir lo máximo posible el aporte de energía.
La ubicación es importante para tener que reducir el transporte. Si un huerto va a alimentar a una familia urbana, mejor que esté lo más próximo posible a la misma. Este principio pondera por encima de la necesidad de tener productos ecológicos, por ejemplo.
Un diseño permacultural puede decidir que se usen plásticos reciclados o reutilizados en vez de otro material ecológico que debe ser transportado desde lejos.
No alimentamos la planta, alimentamos el suelo
Una gran diferencia entre un huerto permacultural y un huerto clásico es el concepto de nutrir.
Un huerto clásico debe ser abonado, debe ser arado y debe ser regado pensando en la planta que va a crecer.
Un huerto permacultural busca que el suelo tenga la mayor cantidad posible de biodiversidad y sea un suelo rico y fértil. Todo lo que se hace va enfocado a ese principio. Se cultivan, por ejemplo, plantas que enriquezcan el suelo aunque no sean comestibles.
Con el principio de conservación máxima de energía y, buscando alimentar el suelo, las únicas plantas que se arrancan de un huerto permacultural son los tubérculos cultivados para ser consumidos (remolacha, patatas, zanahorias…). El resto de plantas son cortadas y usadas para compost o vermicompost, pero su raíz se deja en la tierra para que se descomponga y alimente la biodiversidad existente en el suelo.
De la misma forma, el suelo debe estar protegido de las inclemencias.
Se pueden disponer cortezas, hojas, paja (siempre y cuando no tengamos babosas o caracoles, pues es su escondite preferido) o se puede sembrar de forma que los propios cultivos tapen el suelo.
El compost y el vermicompost son imprescindibles para abonar. Por mucho que queramos evitar pérdida de energía, el destino de la mayoría del cultivo es ser retirado para consumirlo, por lo que esa energía desaparece del huerto y necesitaremos aportarla de nuevo mediante abono.
Asociando cultivos
Otra de las grandes diferencias entre un huerto clásico y uno permacultural son las asociaciones.
Frente a la típica imagen de bancales de tomates, bancales de pepinos o bancales de berenjenas, un huerto permacultural tendrá especies muy diversas plantadas de forma cercana, permitiendo potenciar al máximo las sinergias que crean.
Se siembran plantas que aportan a la tierra nutrientes que otras necesitan.
Se siembran plantas que dan sombra a otras.
Se siembran plantas que sirven de soporte para que otras crezcan en torno a su tallo.
Se siembran plantas que protejan del viento.
De esta forma, pese a quizá reducir la cantidad de una misma especie que plantamos, ampliamos mucho la cantidad de hortalizas, frutas y verduras que vamos a obtener, sabiendo que será una producción más variada y que necesitará menos trabajo por parte del ser humano durante su cultivo.
La idea es que todo lo que se disponga tenga más de una función en el huerto. Y no nos quedamos en las plantas, también los animales deben satisfacer más de una necesidad.
Las gallinas, por ejemplo, nos dan huevos y pueden controlar plagas y abonar el terreno con sus excrementos. Una vid nos dará uvas, pero también si la situamos correctamente puede proporcionar una zona sombría perfecta para unas fresas y, al llegar el otoño, sus marrones hojas nutrirán el suelo y servirán de acolchado.
Fomentar el aumento de biodiversidad
Por último, otra gran diferencia entre un huerto permacultural y uno tradicional es la aspiración del primero de aumentar la biodiversidad de la zona.
Se deben disponer todo tipo de soluciones para que haya más insectos, animales, especies vegetales…
Al fin y al cabo, una mayor biodiversidad favorece la reducción de plagas y patógenos en las plantas (aunque seguirán existiendo) y favorece la polinización. De esta forma, por ejemplo, podemos tener ocas para acabar con caracoles y babosas si son una plaga. Las ocas, además pueden tener un estanque o charca que atraerá especies voladoras para beber y ayudarán a controlar otros insectos perjudiciales.
Pero la biodiversidad más necesaria se encuentra bajo el suelo, donde se debe respetar la estructura que va creando el suelo y trabajar para que tenga todo lo necesario para albergar lombrices, cochinillas, hongos…
Por ello, en un huerto permacultural se debe evitar a toda costa la labranza.
¿Te interesa la permacultura?
Si lo anterior te resulta interesante y quieres profundizar más sobre lo que es la permacultura, es un tema que hemos trabajado bastante ya en nuestra web, aquí te dejamos algunos enlaces que pueden ser interesantes:
Puedes escuchar nuestro primer podcast donde Irene nos cuenta cómo ha ido desarrollando un proyecto donde abejas, gallinas, cerezos y frambuesos crean una asociación que favorece la producción.
Otro podcast interesante es el que grabamos con Martín y Aldana, de permacultura holística. Tienen cursos de permacultura y han conseguido construir su propia vida en torno a la permacultura. Además, son ídolos de masas en Argentina.
Otros dos podcasts interesantes que hablan de permacultura: el primero es con Toni Marín que nos habla de construcción y otros principios de permacultura. El segundo es con Javier, nuestro CEO y, en el mismo, explicamos un proyecto permacultural que estamos desarrollando en una escuela Waldorf.
En el podcast con Adam Chlimper también hablamos de permacultura. Adam ha creado una ecoaldea en Perú y nos cuenta algunos principios de la permacultura.
Y, por último, tenemos otra entrada de blog en la cual hablamos sobre la permacultura como método de diseño que nos reconecta con la naturaleza.